La familia es el escenario privilegiado para que se forme y despliegue la identidad. Es el espacio en el que se pueden transmitir y desarrollar dos facultades fundamentales para el crecimiento de nuestros hijos hacia su salud psicofísica: el amor a sí mismos y el amor a los demás. ¿Habrá alguna unión más intensa y condicionante que la relación entre padres e hijos? Es el vínculo que sirve como matriz de inicio de la historia relacional; es en la relación paterno-filial donde se juegan las identificaciones fundamentales para ser quien cada uno es, un entramado dinámico que nos habitará toda la vida.
En esta cultura en constante transformación en la que vivimos nos resulta ardua la experiencia de educar, y a diario nos encontramos con limitaciones al momento de intentar una comunicación fluida en nuestros hogares. El diálogo entre padres, madres e hijos busca el conocimiento mutuo y la demostración del afecto. Así, permite que cada hijo o hija crezca, se expanda y confíe en sus potencialidades. Es una base sólida que afianza, protege y anima, pero para que eso suceda tenemos que buscar una palabra clara. Este libro trata acerca de ello: de buscar una mirada y una conversación que les brinde a nuestros hijos caminos de claridad.
A través de la escritura de esta obra también tuve como objetivo armar redes entre padres; este podría ser un libro para leer en grupos, porque en cada grupo de padres que se reúne en los talleres confirmo que el trabajo es más fácil cuando es compartido. Mirar a un hijo es una tarea artesanal, y cuando se piensa en red, todo se enriquece. Es por esta razón que el libro incluye preguntas y ejercicios que pueden ser útiles para abordarlos tanto personalmente como en forma grupal.
Hablaremos de identidades, hablaremos de comunicación, y en lo más profundo hablaremos del amor sublime entre padres, madres e hijos.
El hecho de interrogarnos y de tomar conciencia de lo que sucede nos llevará, a través de nuevas acciones, a conectarnos de buena forma con aquellos a quienes queremos. Buscaré brindar palabras de despegue y, con ellas, crear imágenes que inicien movimientos hacia un mayor crecimiento relacional.
Leer, sentir, darse cuenta y hacer. Con ese anhelo te doy la bienvenida.